Durante la pandemia el ser humano vivió una experiencia colectiva que probablemente en muchas décadas no se había experimentado.
La pandemia nos hizo valorar la compañía, nos hizo notar la necesidad vital que tenemos de socializar, casi como de respirar, la importancia que tiene para las personas vivir en grupo, padecer y alegrarse en grupo, acompañarse, hacer y lograr en grupo.
Tenemos tanta necesidad de vivir en comunidad y paradójicamente hacemos todo para que la experiencia sea más amenazante que vivir a solas.
Buscamos incansablemente no estar solos, nos acompañamos de la inteligencia artificial, de las tabletas y redes sociales, pero queda un gran vacío siempre que no se conecta verdaderamente con otro ser humano.
A la vez, cuando conectamos con otros, encontramos difícil conectar cuando piensan, sienten o hacen diferente a como somos nosotros.
Nos parece difícil e incómodo, a veces regresamos a la tableta, porque el logaritmo de las redes sociales nos consiente con nuestras noticias, comentarios y nuestra propia visión del mundo.
El mundo en su proceso globalizador hace esfuerzos por construir puntos de unión en la diversidad del mundo, históricamente tenemos a los juegos olímpicos, exposiciones culturales, marchas LGBT, feminismo, discapacitados, en fin, por mencionar algunos y en lo empresarial se escucha cada vez más que las empresas programan actividades para que entendamos y adoptemos la diversidad en los grupos de trabajo.
Pero el problema no es la diversidad, el mayor miedo en los seres humanos es el otro ser humano. Cuando las diferencias se perciben como amenazas las personas recurrimos a muchos mecanismos de defensa que lo único que logran es hacer realidad la profecía autocumplida, más miedo y más diferencias.
Acabamos construyendo un mundo hipersensible, altamente desconectado y apático, con personas que les cuesta mucho trabajo entender la situación que vive el de enfrente, buscando incansablemente saciar su soledad y con mayor sentimiento de aislamiento.
Históricamente el ser humano ha sido muy creativo para construir exclusión y mecanismos para defenderse del que es diferente y así evitar esa gran amenaza de la presencia del otro.
Solo como ejemplos históricos en la conquista de Norteamérica los conquistadores fabricaron reservas geográficas para que, los habitantes que quedaron vivieran en un lugar acotado para disfrutar de su tierra.
Los conquistadores de América Latina no se quedaron atrás, fabricaron un sistema heredado de castas o clases, para hacer que existieran leyes diferenciadas con oportunidades diferenciadas, ellos no excluyeron geográficamente, pero si a través de normas y grupos diferenciados.
Cómo estos ejemplos podríamos extender muchos otros en el mundo, pero el problema no quedó allí, lo vivimos día a día en nuestra comunidad y ambiente más cercano. Las diferencias vecinales, familiares y laborales siguen siendo un acontecimiento amenazador en la vida de las personas.
Finalmente podemos sentir que no hay salida, pero es posible encontrar la compañía tan deseada y necesitada para el logro de nuestros sueños personales y profesionales.
En realidad, está al alcance de todos, siempre hemos tenido la posibilidad de resolverlo, solo se requiere valor, el miedo visto a la cara se convierte en valor, valor en la relación entre personas para enfrentar la diferencia, buscar ver la diferencia, buscar entenderla, buscar justificarla.
En realidad, se requiere alcance de miras y generosidad para brincar y dar el salto cuántico que construye la diferencia en la riqueza de las relaciones humanas, que solo las personas entre personas pueden lograr.
Construir relaciones que producen, encontrar la compañía, la complicidad y finalmente experimentar que las diferencias nos enriquecen, aun cuando estas, no las entendamos siempre.